LA INTOLERANCIA NO ES UNA SOLUCIÓN A LA BARBARIE
Jorge Pech Casanova
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En medio del enconado horizonte político oaxqueño las voces se pierden sin llegar al oido. El muro que deben atravesar tiene al griterío mudo y a la sordera de las partes como su argamasa y piedra. Ni líderes ni representantes del gobierno encuentran la mesa propicia ni la casa cuya puerta hay que abrir. ¿Hace falta una mirada inquisitiva y una voz aparte que documente y certifique la barbarie al paracere irresoluble, al menos en la proximidad del tiempo? Jorge Pech Casanova, agudo y certero crítico avecindado en Oaxaca, ha seguido de cerca el teatro de los recientes acontecimientos y nos comparte una preocupación que es hoy de todos.
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Un nuevo brote de violencia irracional está manchando el proceso de trasformación social que la ciudad y el Estado de Oaxaca han sido obligados a sobrellevar a causa de la ineptitud de sus autoridades. La agresión intempestiva y gratuita se ha convertido en el instrumento privilegiado, tanto de grupos armados y organizados muy probablemente por el gobierno estatal, como por sectores radicalizados de la agrupación popular que conduce la insurgencia oaxaqueña. El empleo de esta violencia condenable no es de extrañar en el caso de un gobierno estatal que ha sido rebasado por los ciudadanos, pero es muy preocupante cuando proviene de un movimiento que se ha distinguido por su habilidad para evitar agresiones gratuitas, como la Asamblea del Pueblo Oaxaqueño (me rehúso a identificarla con la redundante fórmula “Popular del Pueblo”, que hubiese ruborizado a Chespirito).
Las agresiones a que nos referimos son ya del conocimiento público pero vale la pena recapitularlas, para distinguir sus orígenes y cotejar sus resultados:
El miércoles 9 de agosto, a las 7:30 de la mañana, dos individuos armados se presentaron en las oficinas de la sede alterna del periódico “Noticias” a intimidar al personal del medio informativo y a los voceadores que recolectaban sus ejemplares del día. Los dos asaltantes hicieron disparos al techo del inmueble, que al rebotar hirieron a los voceadores Isabel Cruz y Miguel Ángel Altamirano.
La noche anterior, un grupo de porros se “infiltró” entre los estudiantes universitarios que mantienen Radio Universidad como vocero del movimiento popular, para dañar el equipo de transmisiones con ácido después de distraer a los ocupantes de la emisora mediante el incendio de un autobús retenido en los terrenos de CU.
Poco antes de ese ataque, un anónimo llamó a la radio e instó a “recuperar para el pueblo” la sede del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), en la cual se resguarda y gratuitamente se pone a disposición del público un invaluable acervo de grabados artísticos y una biblioteca única –por su calidad y número– en el país.
Al anónimo incitador se le dio voz y tiempo amplio para su propuesta injustificada de dirigir la acción del movimiento popular contra el IAGO, una institución que ofrece sus acervos artísticos y bibliográficos a la comunidad sin cobrar nada a cambio, y sin más restricciones que las dispuestas por una elemental prudencia.
Para vergüenza de la comunidad, que sólo pudo ser testigo inerme, el llamado a perturbar las actividades pacíficas del IAGO fue repetido la noche del miércoles 9 de agosto en la emisión del Canal 9 televisivo, ahora en poder de la asamblea popular oaxaqueña. Al día siguiente, el fundador de la institución, Francisco Toledo, junto con sus colaboradores, se vio forzado a recordar ante los medios informativos que el IAGO es un espacio independiente, abierto a toda la comunidad nacional y a los visitantes que vienen de todas partes del mundo a conocer el peculiar museo-biblioteca.
Es grave que la presencia de los violentos ya no sólo se manifieste desde el lado oficial, sino que infecte las declaraciones y las acciones del movimiento popular en Oaxaca.
Aunque las autoridades estatales lo nieguen, es casi indudable que los atacantes armados del diario “Noticias” actuaron por cuenta de funcionarios públicos que sostienen una guerra contra el medio informativo desde hace más de año y medio (con exactitud, 621 días, contando el de hoy). El acoso contra el periódico –en venganza por el apoyo que dio a los candidatos de la oposición en 2003– principió durante la administración de José Murat Casab. Ulises Ruiz Ortiz mantiene ese acoso mediante un grupo sindical priísta, contra todo derecho.
La irresponsable presidencia de Vicente Fox ha condenado el ataque contra el diario oaxaqueño pero, en realidad, nada ha hecho para que ese medio informativo pueda ejercer la libertad de expresión sin el acoso y las depredaciones del gobierno estatal. Esa impunidad es la que ha de haber dictado la agresión de los pistoleros la mañana del miércoles último.
Indefenso, el periódico prosigue su labor informativa, retando a sus agresores y apoyando al movimiento popular.
Indefenso, también, el IAGO prosigue su labor educativa y benéfica para proporcionar lecturas, arte y conocimiento a todos los que visitan sus salas, abiertas sin restricciones de clase. El fundador y propietario de la institución, Francisco Toledo, bien puede ser un artista burgués, como lo acusan los promotores del resentimiento, pero su oferta a la población es claramente popular: lectura gratis, arte gratuito para todos los que deseen acercarse. Por eso indigna que las amenazas contra ese recinto de estudio y admiración ponga en peligro el servicio que ha prestado de manera ininterrumpida desde su nacimiento en 1985. Por lo pronto, la presentación de una importante colección de poesía y la reedición de la primera novela escrita en Europa sobre Oaxaca en el siglo XIX, se han cancelado a causa de las amenazas contra el IAGO.
Indigna más todavía que los que promueven esa agresión injustificable sean los medios que el pueblo oaxaqueño ha conquistado a través de acciones no violentas. La indignación, sin embargo, no impide percibir que las amenazas lanzadas a través de las emisoras hoy en poder del pueblo se originan por dos motivos: primero, el resentimiento de individuos que se sienten (y que en algunos casos lo son) excluidos de un mercado del arte que ha suministrado a algunos pintores una más que boyante posición financiera; segundo, el ascenso descarado de extremistas cuyo deseo ardiente es convertir un movimiento popular pacífico en una campaña guerrillera.
Ese pueblo valiente y generoso que promueve el cambio social en Oaxaca debiera estar atento a no ser manipulado por los promotores del resentimiento, como los que incitan a perturbar una institución noble como el IAGO (o para el caso, los que llevan niñitos sin malicia a transmitir mensajes de odio por la radio). Basta con acercarse a las salas del IAGO para comprobar que nadie está excluido de sus beneficios en materia educativa. Algo que debiera valorarse más que nunca porque los maestros están imposibilitados de cumplir con sus obligaciones pedagógicas a causa de la defensa contra la represión.
La exclusión que opera en el mercado del arte no se resolverá con ataques a un espacio propicio al conocimiento. Eso debieran comprenderlo los artistas y todos los individuos resentidos por su falta de “éxito” económico. Los maestros oaxaqueños debieran ser los primeros defensores de instancias que educan a la población en forma gratuita y con materiales de altísima calidad.
De otro modo, será triste y más aún, trágico, hallarnos con que el movimiento que nació contra la violencia del aparato oficial ha sido ganado por la violencia de extremistas que sólo pretende sustituir la prepotencia y arbitrariedad del gobierno con la suya propia. Los primeros daños por esta apertura a los violentos ya se dieron en Radio Universidad: no hay que olvidar que los porros Carlos Alberto de Paz Vásquez, Salvador Jiménez Baltazar y René Vásquez Castillejos, quienes atacaron a los radioemisores libertarios, pudieron hacerlo porque fueron acogidos por los propios estudiantes.
Urge desechar la violencia y a su compañera, la intolerancia. La nueva sociedad que todos necesitamos para trabajar en paz y prosperar, pasa por la educación, la responsabilidad de los individuos y de las comunidades, la rehabilitación de los desprotegidos y, sobre todo, por la tolerancia hacia todas las opciones de existencia pacífica.
Al anónimo incitador se le dio voz y tiempo amplio para su propuesta injustificada de dirigir la acción del movimiento popular contra el IAGO, una institución que ofrece sus acervos artísticos y bibliográficos a la comunidad sin cobrar nada a cambio, y sin más restricciones que las dispuestas por una elemental prudencia.
Para vergüenza de la comunidad, que sólo pudo ser testigo inerme, el llamado a perturbar las actividades pacíficas del IAGO fue repetido la noche del miércoles 9 de agosto en la emisión del Canal 9 televisivo, ahora en poder de la asamblea popular oaxaqueña. Al día siguiente, el fundador de la institución, Francisco Toledo, junto con sus colaboradores, se vio forzado a recordar ante los medios informativos que el IAGO es un espacio independiente, abierto a toda la comunidad nacional y a los visitantes que vienen de todas partes del mundo a conocer el peculiar museo-biblioteca.
Es grave que la presencia de los violentos ya no sólo se manifieste desde el lado oficial, sino que infecte las declaraciones y las acciones del movimiento popular en Oaxaca.
Aunque las autoridades estatales lo nieguen, es casi indudable que los atacantes armados del diario “Noticias” actuaron por cuenta de funcionarios públicos que sostienen una guerra contra el medio informativo desde hace más de año y medio (con exactitud, 621 días, contando el de hoy). El acoso contra el periódico –en venganza por el apoyo que dio a los candidatos de la oposición en 2003– principió durante la administración de José Murat Casab. Ulises Ruiz Ortiz mantiene ese acoso mediante un grupo sindical priísta, contra todo derecho.
La irresponsable presidencia de Vicente Fox ha condenado el ataque contra el diario oaxaqueño pero, en realidad, nada ha hecho para que ese medio informativo pueda ejercer la libertad de expresión sin el acoso y las depredaciones del gobierno estatal. Esa impunidad es la que ha de haber dictado la agresión de los pistoleros la mañana del miércoles último.
Indefenso, el periódico prosigue su labor informativa, retando a sus agresores y apoyando al movimiento popular.
Indefenso, también, el IAGO prosigue su labor educativa y benéfica para proporcionar lecturas, arte y conocimiento a todos los que visitan sus salas, abiertas sin restricciones de clase. El fundador y propietario de la institución, Francisco Toledo, bien puede ser un artista burgués, como lo acusan los promotores del resentimiento, pero su oferta a la población es claramente popular: lectura gratis, arte gratuito para todos los que deseen acercarse. Por eso indigna que las amenazas contra ese recinto de estudio y admiración ponga en peligro el servicio que ha prestado de manera ininterrumpida desde su nacimiento en 1985. Por lo pronto, la presentación de una importante colección de poesía y la reedición de la primera novela escrita en Europa sobre Oaxaca en el siglo XIX, se han cancelado a causa de las amenazas contra el IAGO.
Indigna más todavía que los que promueven esa agresión injustificable sean los medios que el pueblo oaxaqueño ha conquistado a través de acciones no violentas. La indignación, sin embargo, no impide percibir que las amenazas lanzadas a través de las emisoras hoy en poder del pueblo se originan por dos motivos: primero, el resentimiento de individuos que se sienten (y que en algunos casos lo son) excluidos de un mercado del arte que ha suministrado a algunos pintores una más que boyante posición financiera; segundo, el ascenso descarado de extremistas cuyo deseo ardiente es convertir un movimiento popular pacífico en una campaña guerrillera.
Ese pueblo valiente y generoso que promueve el cambio social en Oaxaca debiera estar atento a no ser manipulado por los promotores del resentimiento, como los que incitan a perturbar una institución noble como el IAGO (o para el caso, los que llevan niñitos sin malicia a transmitir mensajes de odio por la radio). Basta con acercarse a las salas del IAGO para comprobar que nadie está excluido de sus beneficios en materia educativa. Algo que debiera valorarse más que nunca porque los maestros están imposibilitados de cumplir con sus obligaciones pedagógicas a causa de la defensa contra la represión.
La exclusión que opera en el mercado del arte no se resolverá con ataques a un espacio propicio al conocimiento. Eso debieran comprenderlo los artistas y todos los individuos resentidos por su falta de “éxito” económico. Los maestros oaxaqueños debieran ser los primeros defensores de instancias que educan a la población en forma gratuita y con materiales de altísima calidad.
De otro modo, será triste y más aún, trágico, hallarnos con que el movimiento que nació contra la violencia del aparato oficial ha sido ganado por la violencia de extremistas que sólo pretende sustituir la prepotencia y arbitrariedad del gobierno con la suya propia. Los primeros daños por esta apertura a los violentos ya se dieron en Radio Universidad: no hay que olvidar que los porros Carlos Alberto de Paz Vásquez, Salvador Jiménez Baltazar y René Vásquez Castillejos, quienes atacaron a los radioemisores libertarios, pudieron hacerlo porque fueron acogidos por los propios estudiantes.
Urge desechar la violencia y a su compañera, la intolerancia. La nueva sociedad que todos necesitamos para trabajar en paz y prosperar, pasa por la educación, la responsabilidad de los individuos y de las comunidades, la rehabilitación de los desprotegidos y, sobre todo, por la tolerancia hacia todas las opciones de existencia pacífica.
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