miércoles, noviembre 14, 2007

ABECEDARIO DEL CARTEL SIN APUROS
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A mediados de 2007, gracias a la iniciativa de Claudia Burr, Claudia Canales y Ana Piñó, el artífice del cartel Alex Jordan (Berlín, 1947) diseñó un Cuaderno para el ciudadano en apuros destinado a los confundidos, desencantados, desesperados, frustrados, enojados, aterrados o todo eso junto. En las lindes de alfabeto, glosario, libreta de dibujo y bloc de notas, el cuadernillo de 64 páginas color verde pistache en octavo menor fue editado por la “agrupación espontánea” Calentamiento Global A. E. con un tiraje sólo conjeturable.
Egresado de la Universidad de
Düsseldof, miembro de la Alianza Gráfica Internacional, ganador del Gran Premio Nacional de Diseño en su país, co-director del Chaumont Poster Festival y discípulo de Joseph Beuys entre otras credenciales, Alex Jordan fue invitado a Oaxaca a impartir “Carteles para espacios públicos”. Esa semana que duró el taller comenzó el 24 de septiembre y convocó a casi veinte jóvenes diseñadores en el Centro de las Artes de San Agustín (CASA).
Semejante a la premisa del cuaderno como una agenda alfabeto, el taller de Alex Jordan fue un espacio para pensar, imaginar, escribir, dibujar, lo mismo que un laboratorio de diseño donde los asistentes concretaron sus propuestas personales a partir de una idea que partió de una letra que invocó una palabra detonante. Puesto que cada cartel fue acuñado desde una idea concreta y cada idea tuvo su origen en un artista con su propia visión del mundo, el ejercicio de esta puesta en abismo desde la grafía, letra por letra, diseño por diseño, no se gestó inicialmente con bits en el teclado ni en los monitores sino sobre mesas con papeles y herramientas de dibujo.

Durante décadas, Alex Jordan ha situado su lenguaje artístico entre las paradojas del humor o la ironía, en las proximidades del universo tipográfico y la escritura delineada con los dedos, en el montaje pictórico y de foto, en las analogías contradictorias. Su taller en el CASA dictó a los diseñadores las pautas que culminaron en una veintena de carteles. Luego vinieron las digitalizaciones. Concluido el taller e impresos los trabajos, se hizo una selección aleatoria. De casi la mitad, cinco carteles fueron seleccionados con el visto bueno de Alex Jordan y el apoyo de Francisco Toledo, primer impulsor de los diseños elegidos. Así, los cartelistas: Ana Calvo, Raúl Cristóbal, Mariana García y Carlos Franco, representantes de los resultados de un taller antes que ganadores de un certamen, ilustran ahora las posibilidades del cartel urbano.

En una conversación nunca transcrita, los cartelistas y el interlocutor que escribe repararon en hilos que dan rumbo y respiración al lenguaje en que abrevan el discurso y sus insinuaciones o sentidos. Al igual que la obra de arte creada para presentes y futuros espectadores, el cartel emprende sobre el muro la resignificación de su alegato:

Carlos Franco declara que la letra encubriendo una parte de su rostro no ignora que se le reconoce cual grafía necesaria en el abecedario del mundo, como el rebelde verdadero se sabe parte de una sociedad o un pueblo. Si la “R” resuena, retiembla, retumba, relincha o se rebela no es asunto de ajenas creencias sino de sus convicciones interiores de letra que camina y observa con su ojo vigilante de los hechos. Como lo enuncia Mariana García, no pocas veces la indumentaria es símbolo de afirmación, de pertenencia. Sobre el ropaje, cada puntada traspasando la fibra hiere y construye, penetra y edifica, deshilvana y surce. En la sierpe del hilo que la sigue la aguja toma forma, se hace espada. El ojo de la aguja deviene empuñadura del arma que es la voz que es la boca delineada en contención sólo aparente. En el viaje por el cartel de Ana Calvo hay ese otro avistamiento del despotismo que pretende acallar una voz, las voces al unísono que la sociedad eleva en acto de desobediencia. Analogía del maniatado, la lengua vuelta nudo sobre sí misma restaura el irónico autorretrato de quien
se asume disidente antes que reconocerse mudo. Los dos carteles de Raúl Cristóbal recuerdan que cualquiera que haya visto el derrumbamiento de las torres gemelas neoyorquinas sabe que hay atrevimientos fatales, que pese al agravio de terrores la historia continúa su marcha. Podrá hacerlo con los edificios pero la infamia no reduce a polvo la sonrisa, el sí a la vida que mira en la ventana ese paisaje de toda ciudad reescribiéndose diariamente. ¿Y qué misterios expresan la levedad o la gracia? En un funámbulo o en un acróbata, pongámoslo así, los favores de una suerte entendida como pericia ante una cuerda tensa o espinosa. La vida es el arte de sortear, caminando o en un salto, esa cuerda en el borde del abismo que reclama en cada uno de nosotros su inalienable equilibrista.~