Querida cocinera-comedora de mole: Supongo que ya estás en Passau. Ahí es donde está tu Universidad, ¿verdad? ¿Vas a seguir viviendo en tu casa-palacio con tu jardín enorme y con tu huerto de mil especies de plantas? Ese pequeño Versalles es precisamente lo que una reina necesita, pero dijiste que vas a mudarte. Espero que, aunque tengas mucha locura natural, no te vayas a vivir hasta el Castillo de Neuschwanstein, donde vivió mi tocayo Ludwig, tu antepasado loco.
Aquí está haciendo menos frío que en Alemania, por supuesto. Dime si ves a alguna de las princesitas pendejas.
Y si hablamos de comida, no sólo el mole viaja tan lejos con que lo lleves a Múnich. Siempre hay ese involuntario intercambio. Pero aunque no puedo hacer Semmelknödel, porque nunca vi el misterioso proceso de preparación, ni te pregunté con detalle cómo lo hiciste, la comida de la región de Baviera se quedó un poco aquí en ese otro homenaje que yo hice: preparé Schwammerlsb (perdona, pero no encontré el pinche símbolo de esa rara “s” alemana y usé el “beta” del alfabeto griego), y creo que me salió bien, porque mientras yo deseaba que el mole te saliera perfecto, tu habrías deseado con cariño que tu herencia de los hongos me saliera igual, porque lo disfruté mucho en casa.