MIRAR EN
Fragmentos sobre la obra de Alejandra Villegas
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Formada en sus primeros años en el taller Rufino Tamayo, Villegas es una artista que conoce las obras de los grandes maestros a través de los museos en vivo, y su acervo imaginario, antes que libresco, se sostiene en el peso de la memoria que recuerda todo lo que se ha adentrado en ella a través del arte de mirar.
Ha habido en la pintura de Alejandra Villegas esa inevitable casa que todo artista visita: la de la infancia y el juego donde campea el pasado del artista jugando el bebeleche, la matatena, el trompo, el balero como un blanco ansioso. Y si alguna vez sus representaciones humanas tuvieron como modelos espantapájaros, títeres y marionetas, en el trayecto ha tenido consideraciones pictóricas con el humano que somos y con el animal que de algún modo representamos en la vecindad del mundo (Gran concierto, ¡Pista, ¡pista!). Sus representaciones (La liebre y la tortuga) no sólo recrean la fábula, le dan un halo de pesadumbre.
Una carga poética discurre por los cuadros de Villegas. Mujer y pensamiento y Paisaje con mujer, son posiblemente una forma de la proyección interior y una manera del ensimismamiento. El Paisaje con mujer bien puede ser una mujer con paisaje. La mujer en la escena domina el cuadro, se aleja dejando una cauda con cuerpo de ola, o un cuerpo de arena azulada (como las superficies que la pintora otrora acostumbraba), o un cuerpo de agua con un artefacto lejano sobre ruedas que aparenta no ser parte de sus planes. Pero sus logros, al mismo tiempo que paisajes sombríos autoreferenciales (Calle de Nueva York), son una risa y una bofetada para el observador que no repara en el enorme peso de lo que en apariencia es mínimo escenario prefigurando la fatalidad del hombre (Delirio de muerte) o la desolación de una espera imposible de concretarse (La cita) bajo la tarde rota en su espesura. Ni los que se alejan en pos del misterio (Vagabundo) ni los que en