Ay, César, ahora saliste experto en transparencia. Veamos: aunque rezongas como una tía olvidadiza y delirante, no abandonas la estulticia de tus declaraciones. Y no quisiera involucrar a nadie más ni tocar fibras delicadas, pero ya que agarras a la joven transparencia por el fuste, te reto a que niegues o rechaces la relación cercanísima que ahí tienes (y ofrezco una disculpa a E.R., para no revelar su nombre).
1. ¿Y en qué parte de mi comentario menciono que te envié la invitación como participante, lúcido César? Pues si te la envié de mi oficina, días después regenté el autobús por la mañana, cuidé que se subieran casi todos los escritores que me confirmaron, volví a la oficina un rato a cargar unos libros y me fui a Juchitán por mi cuenta. Aprovechando que soy escritor (aunque no tenga tantos libros publicados) y que estaría allá, el Ayuntamiento juchiteco optó por invitarme de antemano. Espero que puedas perdonárselos.
2. Ya lo decía yo: no tienes la más remota idea de lo que dicen tus diezmadas neuronas. ¿Puedes explicar ese misterioso mecanismo por medio del cual me vuelvo corrupto si me dejo poner por ti en la frente una editorial con la que no tengo ni he tenido jamás ninguna relación? Es como si yo te dijera que eres corrupto con Tierra Adentro o Aldus solo porque tuvieron la cortesía de publicarte unos poemas.
3. Casi imagino tu rostro y leo con cierta ternura tu declaración pueril de “me gané la edición de un libro al entrar a una convocatoria abierta de la cual tú fuiste jurado, cosa de la que me enteré esa noche por tus propias palabras”. Pues sí, si no te lo digo yo ni te enteras, con lo informado y culto que eres y puesto que esos dictámenes y resultados se hicieron públicos en rueda de prensa a nivel estatal.
4. Y luego, ni siquiera estoy revelando un secreto cuando digo lo de tus prebendas. Ahí está, para quien no lo crea, un testimonio sobre ti en el libro de Cuauhtémoc Blas: “Oaxaca, ínsula de rezagos: crítica a sus gobiernos de razón y de costumbre”, en el que te califican como “quien más publica, no es el mejor sino el más laureado, el poeta transexenal César Rito Salinas, hermano del más…” En fin.
5. Y te pones insulso y ridículamente demagógico y juzgas, o pretendes, en un comentario más chaparro y pobre que una caricatura agonizante, fiscalizarme o verme en la turbulencia y opacidad de tu propia cabeza mientras resuellas alguna argumentación contra un funcionario menor, como yo, cuando siempre has tratado con altos funcionarios.
6. Por favor, César, deberías descansar y dirigir tus estertores a otra parte, que yo aquí doy fin a este sainete y me despido deseándote suerte, invariablemente. Que tengas buena semana.
Siempre a tus órdenes,
Luis Manuel Amador