Asger Jorn es considerado por muchos críticos como el artista escandinavo más importante
después de Edvard Munch. Su abundante obra gráfica bastaría para refrendar dicha
opinión, aún si no se tomaran en cuenta sus pinturas, su cerámica o sus
tapices. Una revisión al catalogue
raisonné de su obra gráfica, que incluye más de cuatrocientos trabajos,
muestra a un creador cuya expresión artística, casi explosiva, resulta
sorprendente. No es casual que dicha expresividad artística se manifieste con
tal fuerza en su obra gráfica. Desde principios de los años treinta, cuando era
joven, y hasta su muerte, indagó en todas las técnicas gráficas como vía constante
para ampliar sus horizontes artísticos.
La obra gráfica, en su conjunto, puede considerarse aisladamente.
Como parte autónoma de su obra nos ofrece una visión en conjunto de su
evolución artística: desde los primeros retratos en linóleo de su familia hasta
las delicadamente bellas xilografías de la década de los setenta, hechas con
una rica gama de colores. Si bien su trabajo gráfico se limita a periodos
cortos, el artista no deja pasar siquiera un año sin hacer algún grabado, sobre
linóleo, aguafuerte, litografía o xilografía.
Seguramente, en algún desván o sótano de Silkeborg —pequeña ciudad
industrial en el centro de Dinamarca, unida al norte de Alemania por tierra— se
conservan ejemplares de la revista scout
local: Luren. La familia Jorn se mudó
a esa ciudad cuando el artista apenas tenía quince años. Realizadas después de
algunos retratos, las portadas de la revista muestran un precoz estilo
expresivo que también se refleja en sus ilustraciones de Frem, una publicación marxista de la época.
Jorn viajó a París en 1936. Los grabados de esa época muestran una
clara influencia de su maestro Fernand Léger, así como de otras fuentes de
inspiración tempranas: Paul Klee y Joan Miró. Partiendo de esta premisa, Jorn
rápidamente evoluciona hacia un camino propio.
Durante la Segunda Guerra Mundial se vio obligado a permanecer en Dinamarca
y este aislamiento, al parecer, impulsó su trabajo gráfico, que corre paralelo
y complementario a su pintura, alimentándose ambas mutuamente. En ésta época
realizó unas cuantas litografías a color y varios aguafuertes en blanco y negro
intensos, como íntima protesta ante la ocupación de su país. Pequeños animales
fabulosos y figuras emergen desde el interior del artista hasta las placas, y
de ahí viajan hasta las páginas de la prensa clandestina.
Cuando llega la paz y desaparece el cerco que le impedía viajar al
extranjero los colores retornan a su obra. De su encuentro con artistas belgas
y holandeses surge el grupo Cobra;
son afamadas sus exposiciones conjuntas en los años cincuenta. El agitado
periodo parisino se interrumpe bruscamente en la primavera de 1951, cuando se
le diagnostica tuberculosis. Regresa muy enfermo a Silkeborg donde crea,
durante su convalecencia, las litografías Return
to the detested City y la serie Silkeborg-suiten.
Su estado de ánimo se refleja nuevamente en las obras: la enfermedad y la
amenaza de muerte, combinadas con el inicio de la Guerra Fría europea se
entreven sutilmente en muchas de sus obras, que ni siquiera por esto pierden su
inagotable energía. Extremadamente pobre, es dado de alta un año y medio
después. Con ayuda de su familia logra reunir los medios para viajar a Suiza,
donde termina la serie de aguafuertes en blanco y negro Schweizer suite, críticos comentarios a la política y el carácter
humano.
Los siguientes años se dedicó de lleno a la litografía y creó
impresiones de gran viveza en el taller Permild
& Rosengreen de Copenhague. A principios de los sesenta, en la serie de
litografías Jubléums-serien,
elaboradas en este taller, suprime el componente humano, como sucede en el
resto de su obra. Realiza más de veinticuatro imágenes a manera de dibujos automáticos,
haciendo rodar una esfera de mármol empapada en tinta sobre la piedra
litográfica para crear los trazos. Este intermezzo
en su forma expresiva habla una vez más de su insaciable curiosidad y su deseo
innato por llevar el arte hasta sus límites.
Durante esos años Jorn logró reconocimiento internacional y
solvencia económica gracias, en parte, a la galería Otto van de Loo, de Múnich. En colaboración con el arquitecto Jørn
Utzon comienza a hacer realidad su deseo largamente acariciado: un museo que
albergue la obra de aquellos artistas cuyas ideas comparte. El museo, que
finalmente no realizó con Utzon, fue inaugurado tras la muerte de Jorn; alberga
obra de diversos artistas: Max Ernst, Picabia, Le Corbusier, Léger entre los
decanos, y Alechinsky, Appel, Constant, Reinhoud, Wolvecampe, Baj, Dubuffet,
Gallizio, Lam, Matta, Michaux, Ting, Wemaëre entre los más jóvenes.
Durante este periodo de éxito internacional, Jorn comenzó a buscar
un taller gráfico que apoyara su experimentación, ya que Permild & Rosengreen, con el tiempo, se había especializado en
la producción mecánica y masiva. Intentó trabajar en Suiza con Erker-Presse, de St. Gallen, donde
realizó varias piezas, entre ellas la lograda serie Vom Kopf bis Fuss. También probó con Beaudet de París. Por fin, en 1966, encontró en el taller parisino Clot, Bramsen & Georges a un
colaborador permanente, a pesar de que seguía trabajando con Erker-Presse. Jorn exploró con el danés
Peter Bramsen, dueño de la imprenta, las posibilidades técnicas hasta sus
límites. Coupures de Table es una de
las imágenes más curiosas: se trata de la impresión, a modo de graffitti, de las marcas de la mesa
sobre la que comían en el taller. Son más conocidas cuatro litografías a color
de 1968, una de las cuales incluye el texto Vive
la Révolution Pasioné, que coincide con la revuelta estudiantil. Jorn hizo
más de 60 impresiones con Bramsen hasta 1972, un año antes de su muerte. Las
más notables quizá son sus Études et
surprises de 1971, serie de doce xilografías de hasta diez colores que son
pruebas de estado del proceso de impresión. Si bien pueden adivinarse en esta
serie varias influencias, la más notoria es sin duda la de Edvard Munch. Finalizada
la segunda guerra mundial, Jorn asistió en Oslo a la exposición-homenaje a
Munch, celebrando la Liberación. La última serie gráfica de Jorn homenajea la
memoria de su maestro noruego.
Jorn disfrutaba el proceso gráfico y con él crecía también su
creatividad. La urgencia de un trabajo intenso y bien hecho, así como su resultado
inmediato en la imprenta, le impulsaban a un rendimiento máximo. Generalmente,
tenía claro el tema antes de comenzar a trabajar, pero su colaboración con los
impresores siempre le llevaba a un paso más allá. Considerando el conjunto de
su obra gráfica, hay evidencia de un progreso permanente: todo el tiempo se
impuso nuevas metas.
[traducción
de un texto original en inglés de] Jacob Thage
Director del Silkeborg Kunstmuseum, para la exposición de Asger Jorn
en el Instituto de Artes gráficas de Oaxaca, IAGO, agosto de 2009
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