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....................Para el otro Julio, el cronopial Juramo
Imaginemos un conjunto de palabras convertido en ensamble de jazz, integrado por músicos virtuosos sin rostro ni nombre. Faltan segundos para que comiencen a tocar. Intentemos describir la relación que esa música tiene con un hombre. Imaginemos que él solo ha erigido esa obra simultánea del que toca y escucha. El siguiente escrito es un intento por dibujar, entre aliteraciones, calémbures, recursos musicales y juegos lingüisticos, al Enorme Cronopio mientras escucha jazz, uno de sus placeres entrañables. Quiere ser también una invitación a leerlo de nuevo este 2004 (año internacional de Julio Cortázar) y, en quinientas palabras, un modesto homenaje.
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Viene un pequeño torbellino; ante los pronombres la sesión comienza con sax alto abriendo en zoológico arabesco de bestiario precursor tras la respiración prolongada. Las figuras que dibujan la nota recorren el salón seguidas por el golpe seco y cálido del recién despierto contrabajo destino al horizonte del camino que ya nadie recorre, salvo el crepúsculo. Los golpes de metal en batería devienen siseo y presencian el humo de una pipa que se enciende en medio de la barba a una altura considerable de la tierra porque el oído, nunca disfraz del ojo, frasea en ese otro lenguaje. Hay un piano que discurre, mas no encuentra a su Maga ni a su gato con sus juegos jergosos, jerigonzas que el ritmo cambia y no trastoca el aura de este quartet que improvisa en el umbral del swing sin singers obligados, ni nada que parezca voz interrumpiendo el trazo del be bop bisbiseante. Un free haz luminoso se ajeringa, inyecta a la secuencia ciencia cierta ya de fuga y no misterio, o tango y oiga usted tocando a todo lo que troque, trueque el sostenido en solo de lo bien temperado a maldorores de dolor en la música. No hay dolo, sino duelo como de viudo que se enfunda en un París la noche. La misma efervescencia del aforo es la música que acaba de nacer como decía. Y la guitarra, a guisa de asignar el tiempo dado al trémolo y al contrapunto y punto… Y aparte, digo que hay un hombre fumando por allí con pipa y saco negro, también otro que escribe sin cesar mientras sus manos crecen y discurren, y otro más cuya altura jirafea en la puerta cual gigante que aguijona el instante con su voz de eterno joven herrumbroso de eses arrastradas que arrasan por arreo en arrebatos. Y rememora el vate ese viaje de más de ochenta mundos de un tocayo: el suyo. Y malhaya que me calle y concluya con su nombre y su mote: Grandísimo Cronopio. Él ejecuta el ensamble y no requiere instructivo ni manuales, ni de Manuel el libro Nuevamente de Nadie: bien puede ser el cíclope cosmoautopersiguiéndose en la pista Un cosmos es su casa en primavera con ruptura en esquina ¿por esquirlas del ojo?, ¿por ajada? Y ¡ajá!, claro… Sigue la música sin cesación ni pausa, sin más asoma en amante forcejeo. Luce su lucidez el instrumento que, tras la fuga se octava. Con trabajos, contrabajos y días dan al aire un slap en secuencia magistral, improvisada.
Si puedes, inténtalo, y persíguelo en descargas de jam session. La carga es su lectura en armónico y no sólo de scateos in crescendo cual brillo de platillo broncíneo. Todo ahora es oro, ahora mismo. Y negro: Negro el diez, presagio del azar y lo aleatorio, reloj de luna, muralla de aspilleras empieza por no ser. Por ser no. El caos es negro. Como es negra la nada y él es Julio, tan carísimo, cierto y siempre nuevo, mas para siempre ya, nuestro Cortázar.~