Por Luis Manuel Amador
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Hace algunos días hablábamos, cierta persona y yo, sobre un libro. A través de la conversación llegamos al tema del mercado y los medios. Esta persona quería saber mi punto de vista sobre la globalización: “¿Es mala o buena? ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo con ella?”, preguntaba inquisitiva la interlocutora voz.
Ignoro los motivos por los que a veces se suele esperar respuestas en términos de frío o caliente, de bueno o malo, de afortunado o pleno de infortunios. Siempre me han parecido sospechosas las preguntas que esperan hallar una voz en blanco o negro, la opinión que satanice o santifique las cuestiones en vez de enriquecerlas, el pobre monosílabo que sepulte toda posibilidad de sembrar el árbol de las ideas. El mundo, y nuestras oportunidades para comprenderlo, se nos cierran a veces, y ya no se puede hacer nada más que abuchear o aplaudir cualquier asunto. Vaya lío.
Les adelanto eso porque el objetivo que hoy nos reúne en esta presentación tiene algo de la respuesta que, en otros términos, le prodigué a mi cuestionador en turno. Y es que al hecho de que el autor de un libro sea ingeniero, trabaje en un complejo petroquímico, viva en Veracruz, aparezca en una editorial con sede en México, D.F., sea, además, cantante y compositor en zapoteco y se valga de la tecnología digital para publicarlo, es algo no sólo inusual sino extraordinario. Por eso confieso que me entusiasmó inmediatamente la idea de que me invitaran a comentar su libro.
Si el prólogo lo escribe Samuel Pérez García, profesor y amante de la literatura, autor de Antes del olvido (estupendo raro libro de crónicas para que un día nos acordemos) es algo secundario. Digo secundario no por otra cosa, sino para que no robe cámara esta noche donde el tema es el libro de su amigo.
Por una parte celebro que se haya adelantado, sin necesidad de los oficios burocratizantes de las instituciones o grupos que, se supone, deberían ocuparse de hacer este tipo de trabajo, a publicarlo; pues son quienes suelen tener los medios económicos para sacar libros así. Además, claro, del aparato de difusión y promoción que merecen tales ediciones. Tanto mejor, porque al hecho de su empecinamiento se suma el talento de un autor que, de seguro a una secreta estancia de su casa la convirtió en centro de investigación y de archivo como base de datos o laboratorio. Lo supongo porque el mismo libro tiene semblante de producto casero, y no por ello menos cuidado en su resultado final.
Odilio López Ramírez nació en Juchitán, Oaxaca, esa ciudad donde, según un joven narrador, las fiestas son interminables y las mujeres pueblan el amplísimo horizonte en que la lengua original zumba todavía en el aire, dominando desde la intimidad susurrante en boca de las parejas hasta la vida en los pasillos del mercado. Las mujeres son las principales portavoces de las palabras del origen. Por algo se dice “lengua madre” y no “lengua padre”. Hay algo de mujer en este libro. No lo digo con otro afán, sino el de ver esa vocación espiritual que fragua su móvil: la persecución de un enamorado tras el objeto que ama, el amor que persigue lo que huye y amenaza con desaparecer para siempre de la escena y del mapa: la lengua, la palabra.
“Que nadie piense imagine o sonsaque”, dice Samuel Pérez García en Antes del olvido. Lo repito con él aclarando que nadie piense, imagine o sonsaque que esta intervención pretende ser una reseña. Ya sabrán la fortuna que este libro representa quienes sigan atentamente las indicaciones del manual con los ejercicios y las grabaciones que lo acompañan en su devenir de páginas.
Si alguien se preguntaba a estas alturas de la función qué tenía yo que hacer iniciando con el tema de la globalización, voy a responderle: los pueblos hispanoamericanos, a los que pertenecemos, que solemos tener, absurdamente, una aversión enfermiza y dizque resistente a todo lo que suene a norteamericano o a aquello que por falta de palabras llamamos imperio, hemos encontrado una respuesta oportuna con este libro: no hay que despreciarlo sólo porque sí, sin establecer una crítica razonable de las cosas y un aprovechamiento de su rentabilidad divulgadora. Odilio López nos da una demostración de que se puede aprender mucho si tomamos una pauta que parta de instituciones programáticas para proponer la enseñanza del zapoteco si tomamos como referencia a instituciones como Berlitz o Follow me. Ahora nos comparte, con este libro, una fortuna doble con sus certezas: que la tecnología sirve para tender un puente con nuestro origen y que un libro, así como nos levanta en el vuelo, también nos puede devolver a la tierra.~
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