domingo, marzo 04, 2007

NOCHE OSCURA



Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce…
si hay algo en él de amargo, seré yo.


César Vallejo



Día de la familia. Domingo. Estoy en Puebla, la de Zaragoza, la de los ángeles, la de los hospitales. Llegué, acompañado de varios amigos generosos a bordo de una camioneta prestada por un amigo generoso.
Depositamos nuestra cuota de sangre en el banco del hospital donde mi padre convalece en un borde sólo visible desde el amor y la esperanza. Agradezco la amistad de todos los que están con él estando conmigo, haciendo lo que no sé cómo pueda pagar. Agradezco a los que sí podré pagar y se rehúsan a que les pague. Agradezco a los donantes de sangre. A los donadores de algo más que sangre.
Vine a Puebla porque mi madre está con él. Porque mi madre está muy enferma, y también cansada.
Desde Salina Cruz mi padre tuvo en sus venas visitaciones en la sangre de Otros. En el esa ciudad el depósito monetario el con valor de la sangre. Una treintena de amigos de mi familia y míos le aplaudían al cuerpo de mi padre desde su sangre desprendida en el ayuno puro de su corazón colectivo.
En los casi veinte años que mi padre lleva con su enfermedad nunca se había puesto así. Nunca había estado en coma. Nunca había sufrido un derrame cerebral. Nunca había estado muerto, azotado por los electroshocks de la unidad de cuidados intensivos con el cuerpo convulso. Ni en los peores momentos imaginamos que llegaría a requerir tantos donadores de sangre. Cerca de diez por día. Para volverse loco, para tirar la toalla o pegarse un tiro. Sin mis hermanos, nuestros amigos o su generosidad no estaría contando todo esto. Mi padre duerme en estos 20 minutos sobre su cama junto a mi madre que lo mira desde el fondo de los años, desde los brazos musculosos del muchacho que era a los miembros amoratados e inertes de ahora, desde los tiempos en los que sus manos de veinteañero me levantaban por encima de su cabeza para mirar el mundo sentado en sus hombros, encima de su pelo revuelto, hasta la hora en que intentamos alzarlo sobre su cama en la susurrante arenga amorosa por que diga algo, por que nos mire nuevamente como en los tiempos cuado el brillo de sus ojos le decía a mi sangre de niño que era inmortal y el más fuerte. Es verdad que sigo comprobando su milagrosa fuerza para lo último.
Agradezco infinitamente que estén ahí para ayudarnos a vencer la muerte, para compartirnos, con su amistad, ese pequeño paraíso que los poetas y los santos han imaginado.
No sé qué pase bajo esta noche oscura. Estoy seguro: habrá de amanecer.









4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que tal amigo Manuel, solo para desear una pronta recuperación de tu padre, ánimo!

Ernesto López Caballero

Anónimo dijo...

hola Luis, me he enterado por tu texto y a través de yendi del estado de salud de tu padre. Te mando un fuerte abrazo y mi màs profundo y sincero deseo de que tu padre se recupere. Saludos.

Víctor

Unknown dijo...

mi estimado Luis.. voy paseando por tu blog hasta ahora.. y que leo tu texto.. .. yo también te mando un fuerte abrazo.. y en verdad espero que tu papá se mejore.. cuídense mucho y que Dios me los bendiga. Laura.

Anónimo dijo...

amador. como siempre me obligas a entrar a tu pasado, disculpame, algunas veces no quiero, y tu me empujas! esta es una de esas veces... lo chido es que es pasado.
PRESENTE> me gusta escucharte y leerte...realmente son una delicia las letras cuando pasan por tu colador, tambien algunas veces me gusta disfrutar de una mesa chueca y tirar la polilla en un bailongo.
FUTURO> sera muy bueno para ti, ya te lo dije, puedes lograr cualquier cosa con tu cabeza.
Saludos y mis mejores deseos para tu padre y madre.