Amanece contra a voluntad de mi insomnio. Al igual que tú, tampoco deseo que esto termine. Anoche mi amor forcejeó con la idea de tu desaparición repentina y se revolvió como el corazón intransigente y falto de pericia que no espera otro momento, uno de mayor calma bajo la luz del día. Así son las luchas que libramos los que buscan, como una larga marcha a través de la noche en un bosque desconocido. Te vi alejarte y traté de mentirme, de decir que no importa, que pase lo que pase soy el mismo de mi espejo. Pero bajo la oscuridad el espejo cambia y nos devuelve nuestra imagen. Entonces fui un mensaje que intentó alcanzarte en vano, sin saldo suficiente. Ahora que el sol alumbra lo comprendo, estabas en una encrucijada mientras oías la voz de un amigo lejos del bullicio. Ahí llegó la idea que me asoló en el instante de tu desaparición, que revolvió mi hambre de tu presencia. No hay juego sucio de nadie contra ninguno de los nuestros. No hay pacto ventajoso ni lujo de fuerza. Pero a veces somos discípulos de una noche confusa que nos reprende como una madre antigua y milagrosa. Tras la revelación del desconcierto desoí tu temor de ser sorprendidos en lo íntimo de acariciarnos, de vernos revelados por ese telescopio que nunca será nuestro sino de los que vigilan como el loco que espera la caída de un árbol. Te ofrezco la vuelta de mi rostro en su sonrojo, mi mano que se levanta desde la lejanía que mira cuando te asomas al balcón como una lámpara, mi mano con tu escritura de jardín no tocado aunque todo lo que escribes se borre, mi mano que recorre tu rostro frente a un semáforo dormido, mi mano que marca tu número sin miedo ni esperanza, mi mano, como mi voz que te dice y seguirá diciendo, a un lado, entre tu gente y mi gente y nuestra gente, en medio del ruido y en voz baja: "se hizo de día", "procura", "guardé tu pluma", "tengo hambre"...
sábado, octubre 13, 2007
IGUAL QUE TÚ, MI MANO
Amanece contra a voluntad de mi insomnio. Al igual que tú, tampoco deseo que esto termine. Anoche mi amor forcejeó con la idea de tu desaparición repentina y se revolvió como el corazón intransigente y falto de pericia que no espera otro momento, uno de mayor calma bajo la luz del día. Así son las luchas que libramos los que buscan, como una larga marcha a través de la noche en un bosque desconocido. Te vi alejarte y traté de mentirme, de decir que no importa, que pase lo que pase soy el mismo de mi espejo. Pero bajo la oscuridad el espejo cambia y nos devuelve nuestra imagen. Entonces fui un mensaje que intentó alcanzarte en vano, sin saldo suficiente. Ahora que el sol alumbra lo comprendo, estabas en una encrucijada mientras oías la voz de un amigo lejos del bullicio. Ahí llegó la idea que me asoló en el instante de tu desaparición, que revolvió mi hambre de tu presencia. No hay juego sucio de nadie contra ninguno de los nuestros. No hay pacto ventajoso ni lujo de fuerza. Pero a veces somos discípulos de una noche confusa que nos reprende como una madre antigua y milagrosa. Tras la revelación del desconcierto desoí tu temor de ser sorprendidos en lo íntimo de acariciarnos, de vernos revelados por ese telescopio que nunca será nuestro sino de los que vigilan como el loco que espera la caída de un árbol. Te ofrezco la vuelta de mi rostro en su sonrojo, mi mano que se levanta desde la lejanía que mira cuando te asomas al balcón como una lámpara, mi mano con tu escritura de jardín no tocado aunque todo lo que escribes se borre, mi mano que recorre tu rostro frente a un semáforo dormido, mi mano que marca tu número sin miedo ni esperanza, mi mano, como mi voz que te dice y seguirá diciendo, a un lado, entre tu gente y mi gente y nuestra gente, en medio del ruido y en voz baja: "se hizo de día", "procura", "guardé tu pluma", "tengo hambre"...
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