miércoles, marzo 20, 2013

LLEVE SUS LIBROS OAXAQUEÑOS


Por Luis Manuel Amador

Lectura
Leer es sostener una relación recreativa y a la vez competitiva con lo escrito. Es una afinidad cooperante sobre la que se espera una respuesta. Da lo mismo si estamos en Nueva York, Praga, Seúl o Oaxaca. Libros y otros formatos son deliberadamente planeados y puestos en circulación para compartir contenidos con el otro: el lector.
Todo editor tiene sus intereses, canales, políticas, objetivos, posibilidades. Circulan numerosos libros de diversos alcances. Me referiré a las ediciones de Oaxaca y la forma en que se mueven o llegan al lector. No hablaré de la cadena de producción editorial ni cómo se selecciona lo publicado. No agotaré el tema ni enumeraré todos los casos. Falta escuchar más voces, pero ahora no hay espacio.

Dos líneas
Dos líneas sostienen el libro oaxaqueño: la institucional y la independiente. La primera la integran instancias públicas (dinero de los contribuyentes) y privadas (dinero propio o combinado a través de fundaciones, fondos…). La segunda son grupos (asociaciones civiles u otras figuras legales) o personas físicas que trabajan en solitario y también colectivamente.
Publican libros la Secretaría de las Culturas y Artes (SECULTA) el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), el Instituto de la Mujer Oaxaqueña (IMO), el Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) sede Oaxaca, entre otras instancias. También lo hacen organismos privados como la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, Amigos del IAGO y el CFMAB, Editorial Calamus, Fondo Editorial Ventura, CEINCO-Luna Zeta, por nombrar algunos.

Otras independencias
Hay también los libros que se hacen con más independencia de recursos. Un logro notable es Editorial Almadía, pasando por tentativas arriesgadas aunque discretas: Sur+Ediciones, Calamus, Marabú, Editorial Pharus (libros digitales) o Pez en el árbol (libros de tema social), a los libros editados de manera personal por autores que buscan despachos de editores-diseñadores-impresores (Claudio Sánchez, Mario Lugos) para que su libro vea la luz. Hay los que buscan editar fuera de Oaxaca por diversas razones que van del desprecio a la edición oaxaqueña a ciertas conveniencias. Circulan ediciones de mano en mano hechas a su modo por los propios autores que ignoran el proceso editorial o no les interesa.

Coordinarse
Está el envés afortunado que concilia proyectos editoriales donde los libros resultan de la coordinación entre instancias públicas o privadas como coediciones. La unión hace la fuerza y optimiza recursos, aunque no garantiza la llegada efectiva a los lectores ni el aplauso unánime.
Bien mirado, en Oaxaca y en México, raros libros tienen un público masivo. Los que venden, si bien les va, lo hacen en menos de la mitad de su tiraje. Hay buenos libros que no son masivos y pésimos libros que se venden bien, lo cual no mejora su calidad. Ha habido buenos libros que llegan a mucha gente y libros lamentables con lectores fieles.

Libro oaxaqueño
Lo que desea todo editor (y todo escritor) de libros no es necesariamente llegar a miles de lectores, sino ser leído por un razonable sector del público al que se dirige.
Parafraseando la acepción “libro mexicano” descrita en la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, digamos que “libro oaxaqueño” es “toda publicación unitaria no periódica que tenga ISBN que lo identifique como mexicano, hecho por una editorial oaxaqueña o editado en Oaxaca”.

De cifras y preguntas
Considerando las cifras de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana sobre el mercado editorial [http://ow.ly/jgzZc] tenemos que de 2008 (764 MDP facturados) a 2009 (692 MPD facturados) hubo un importante descenso en las ventas tan sólo en libros de literatura. Existe la demanda del libro oaxaqueño pero, ¿la conocemos? No hay estudio serio en Oaxaca que nos dé cifras. En México está la Encuesta Nacional de Lectura (2006) [http://ow.ly/jgCJ6], sin considerar la Encuesta Nacional de Lectura de la Fundación Funlectura (2012) [http://ow.ly/jgCSV] que lleva por título “De la penumbra a la oscuridad…” Ésta última es particularmente interesante por lo que insinúa más que por lo que aclara. Aunque se calca en parte de la Encuesta Nacional de 2006, declara que “se propuso asumir el
 reto” de su elaboración y da “continuidad al trabajo ya realizado”, ofrece  “evidencias del avance o rezago en los programas públicos y privados de fomento a la lectura a nivel nacional”, aunque no considera prácticas lectoras que no existían en 2006.
No abundaré en datos a la vista, pero habría que preguntarnos, considerando que publicar no es sólo un acontecimiento comercial, ¿conviene publicar más libros?, ¿en qué sentido es redituable?, ¿hay una demanda real del público?, ¿llegan adecuadamente a los lectores?

Modestas proposiciones
Conviene publicar y cuidar con rigor lo que se publica. Es una tarea que pone en circulación el valor literario, histórico, cultural o de otra índole de una obra, aunque hay públicos que buscan libros y contenido diverso: estudiantes, investigadores, historiadores, niños, lectores de temas específicos.
Publicar es redituable para quien el libro es una mercancía pues como apuesta empresarial no sirve si es deficitario. Pero el valor del libro no es sólo monetario, aporta al horizonte civilizatorio, a la sensibilidad, a la mejora de nuestras tareas, a la conversación que nos ayuda a mirar el mundo de otro modo.
Un editor debe saber lo que invierte en el camino, conocer su inventario, definir el público para sus títulos, estar listo para reimprimir o reeditar, llegado el caso; tener un catálogo al día; disponer de responsables de atender al público, dar seguimiento a la distribución; incentivar el consumo de sus libros mediante presentaciones (en centros culturales, parques, colonias, bibliotecas, salas de lectura, ferias del libro); organizar y ofrecer promociones, certámenes, festivales, concursos que agreguen valor a sus acciones en las que el libro debe animar la vida, como cuando uno presenta a un amigo para que más gente lo conozca.
Algunos editores lo logran cada vez mejor (Almadía, Sur+, Marabú) aunque distribuir y promover son dos problemas fundamentales sin los cuales la labor editorial está incompleta. Esa eficiencia se dificulta con la burocracia, donde suele haber un problema para cada solución: papeleos, justificaciones, hoy no vino el que lo hace, el funcionario voluntarioso que al final está solo.
Lo contradictorio son los recursos en la burocracia contra la cantidad de personas (hay excepciones) disponibles en ella para trabajar vs los proyectos independientes con gente que puede hacerlo pero le falta el dinero o lo administra apretadamente (para hacer llamadas, para pagar personal).
Hay organismos civiles que hacen actividades en torno al libro y no involucran como editores a instancias oficiales que también publican, pero les piden dinero. O acciones de instancias públicas que no toman en cuenta (ni en su sitio web) a un sector profesional implicado en producción o promoción del libro (correctores, diseñadores, manejadores de redes sociales y contenidos web, publicistas, distribuidores).
No hay que imprimir más libros, pero sí mejorar la cooperación que derribe cercos: tender redes de comunicación y apoyo que disuelvan el mutuo menosprecio y fortalezcan la comunión por la sobrevivencia de un sector en riesgo donde todos los actores se necesitan para llegar a más lectores.~

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