Por Luis Manuel Amador
Lectura
Leer es sostener una relación recreativa y a la
vez competitiva con lo escrito. Es una afinidad cooperante sobre la que se
espera una respuesta. Da lo mismo si estamos en Nueva
York, Praga, Seúl o Oaxaca. Libros y otros formatos son deliberadamente
planeados y puestos en circulación para compartir contenidos con el otro: el
lector.
Todo editor tiene sus intereses, canales,
políticas, objetivos, posibilidades. Circulan numerosos libros de
diversos alcances. Me referiré a las
ediciones de Oaxaca y la forma en que se mueven o llegan al lector. No hablaré de
la cadena de producción editorial ni cómo se selecciona lo publicado. No
agotaré el tema ni enumeraré todos los casos. Falta escuchar más voces, pero ahora
no hay espacio.
Dos líneas
Dos líneas sostienen el libro oaxaqueño: la
institucional y la independiente. La primera la integran instancias públicas (dinero
de los contribuyentes) y privadas (dinero propio o combinado a través de
fundaciones, fondos…). La segunda son grupos (asociaciones civiles u otras
figuras legales) o personas físicas que trabajan en solitario y también
colectivamente.
Publican libros la Secretaría de las Culturas y
Artes (SECULTA) el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), el
Instituto de la Mujer Oaxaqueña (IMO), el Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, la
Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) el Centro de Investigación
y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) sede Oaxaca, entre otras
instancias. También lo hacen organismos privados como la Fundación Alfredo Harp
Helú Oaxaca, Amigos del IAGO y el CFMAB, Editorial Calamus, Fondo Editorial
Ventura, CEINCO-Luna Zeta, por nombrar algunos.
Otras independencias
Hay también los libros que se hacen con más independencia
de recursos. Un logro notable es Editorial Almadía, pasando por tentativas arriesgadas
aunque discretas: Sur+Ediciones, Calamus, Marabú, Editorial Pharus (libros
digitales) o Pez en el árbol (libros de tema social), a los libros editados de
manera personal por autores que buscan despachos de editores-diseñadores-impresores
(Claudio Sánchez, Mario Lugos) para que su libro vea la luz. Hay los que buscan
editar fuera de Oaxaca por diversas razones que van del desprecio a la edición
oaxaqueña a ciertas conveniencias. Circulan ediciones de mano en mano hechas a
su modo por los propios autores que ignoran el proceso editorial o no les
interesa.
Coordinarse
Está el envés afortunado que concilia proyectos
editoriales donde los libros resultan de la coordinación entre instancias
públicas o privadas como coediciones. La unión hace la fuerza y optimiza
recursos, aunque no garantiza la llegada efectiva a los lectores ni el aplauso
unánime.
Bien mirado, en Oaxaca y en México, raros libros
tienen un público masivo. Los que venden, si bien les va, lo hacen en menos de
la mitad de su tiraje. Hay buenos libros que no son masivos y pésimos libros
que se venden bien, lo cual no mejora su calidad. Ha habido buenos libros que
llegan a mucha gente y libros lamentables con lectores fieles.
Libro
oaxaqueño
Lo que desea todo editor (y todo escritor) de
libros no es necesariamente llegar a miles de lectores, sino ser leído por un
razonable sector del público al que se dirige.
Parafraseando la acepción “libro mexicano”
descrita en la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, digamos que “libro
oaxaqueño” es “toda publicación unitaria no periódica que tenga ISBN que lo
identifique como mexicano, hecho por una editorial oaxaqueña o editado en
Oaxaca”.
De cifras y preguntas
Considerando las cifras de la Cámara Nacional de
la Industria Editorial Mexicana sobre el mercado editorial [http://ow.ly/jgzZc] tenemos que de 2008 (764 MDP facturados) a 2009
(692 MPD facturados) hubo un importante descenso en las ventas tan sólo en
libros de literatura. Existe la demanda del libro oaxaqueño pero, ¿la conocemos? No
hay estudio serio en Oaxaca que nos dé cifras. En México está la Encuesta
Nacional de Lectura (2006) [http://ow.ly/jgCJ6], sin considerar la
Encuesta Nacional de Lectura de la Fundación Funlectura (2012) [http://ow.ly/jgCSV] que lleva por título “De la penumbra a la oscuridad…” Ésta última
es particularmente interesante por lo que insinúa más que por lo que aclara. Aunque
se calca en parte de la Encuesta Nacional de 2006, declara que “se
propuso
asumir
el
reto” de su
elaboración y da “continuidad al trabajo ya realizado”, ofrece “evidencias del
avance o rezago en los programas públicos y privados de fomento a la lectura a
nivel nacional”, aunque no considera prácticas lectoras que no existían en
2006.
No abundaré en datos a la vista, pero habría que preguntarnos,
considerando que publicar no es sólo un acontecimiento comercial, ¿conviene
publicar más libros?, ¿en qué sentido es redituable?, ¿hay una demanda real del
público?, ¿llegan adecuadamente a los lectores?
Modestas proposiciones
Conviene publicar y cuidar con rigor lo que se
publica. Es una tarea que pone en circulación el valor literario, histórico,
cultural o de otra índole de una obra, aunque hay públicos que buscan libros y
contenido diverso: estudiantes, investigadores, historiadores, niños, lectores
de temas específicos.
Publicar es redituable para quien el libro es una
mercancía pues como apuesta empresarial no sirve si es deficitario. Pero el
valor del libro no es sólo monetario, aporta al horizonte civilizatorio, a la
sensibilidad, a la mejora de nuestras tareas, a la conversación que nos ayuda a
mirar el mundo de otro modo.
Un editor debe saber lo que invierte en el camino, conocer su
inventario, definir el público para sus títulos, estar listo para reimprimir o
reeditar, llegado el caso; tener un catálogo al día; disponer de responsables
de atender al público, dar seguimiento a la distribución; incentivar el consumo
de sus libros mediante presentaciones (en centros culturales, parques,
colonias, bibliotecas, salas de lectura, ferias del libro); organizar y ofrecer
promociones, certámenes, festivales, concursos que agreguen valor a sus
acciones en las que el libro debe animar la vida, como cuando uno presenta a un
amigo para que más gente lo conozca.
Algunos editores lo logran cada vez mejor (Almadía, Sur+, Marabú) aunque distribuir y promover son dos problemas fundamentales sin los
cuales la labor editorial está incompleta. Esa eficiencia se dificulta con la
burocracia, donde suele haber un problema para cada solución: papeleos,
justificaciones, hoy no vino el que lo hace, el funcionario voluntarioso que al
final está solo.
Lo contradictorio son los recursos en la burocracia contra la
cantidad de personas (hay excepciones) disponibles en ella para trabajar vs los proyectos independientes con
gente que puede hacerlo pero le falta el dinero o lo administra apretadamente
(para hacer llamadas, para pagar personal).
Hay organismos civiles que hacen actividades en torno al
libro y no involucran como editores a instancias oficiales que también
publican, pero les piden dinero. O acciones de instancias públicas que no toman
en cuenta (ni en su sitio web) a un
sector profesional implicado en producción o promoción del libro (correctores, diseñadores,
manejadores de redes sociales y contenidos web,
publicistas, distribuidores).
No hay que imprimir más libros, pero sí mejorar la
cooperación que derribe cercos: tender redes de comunicación y apoyo que
disuelvan el mutuo menosprecio y fortalezcan la comunión por la sobrevivencia
de un sector en riesgo donde todos los actores se necesitan para llegar a más
lectores.~
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