viernes, marzo 01, 2013

ZOOM


León Plascencia Ñol, Zoom. Instituto Veracruzano de la Cultura, 2012, 75 páginas.


¿Qué hacer ante la lectura de un libro que desconcierta, semejante a un conjunto de viñetas, de paisajes, de recordaciones a manera de apuntes en un cuaderno de viaje, de taladrantes obsesiones por alguien que no sabemos si es realmente una persona o una extensión o una coartada de una voz que enuncia todo como omnipresente? Un ejercicio podría ser leerlo emulándolo: convirtiéndose en zoom, en lupa, en telefoto.
Un telefoto más de la cosa mental que de la óptica, desde luego, partidario ludópata de un voluntario escamoteo más invención a capricho que acertijo.
Diversos y múltiples "yo" son el protagonista de las páginas que, en paralelo, e inesperadamente, se convierten en uno solo con lo observado, en parte ojo y en parte paisaje, omnipresente, ubicuo.
Zoom in
El libro está conformado por tres partes y otra más, al final, que se da alcance a sí misma para itegrarse al libro (o al título gemelo de hace siete años editado por Aldus), con una "escritura que llega un poco tarde" y le recuerda al libro su incomplitud de entonces.
Zoom in con "un poco de agua y la instantánea para el recuerdo. Detengámonos": abren entre la muchedumbre de las cosas la presencia del aire y la figura de "la flaca" que se aleja nadando entre las aguas. La flaca existe, es cierto, pero la voz del poeta, en su digresión cual déficit de atención a drede, nos obliga a las observaciones que él quiere que veamos desde su emperatriz de los telescopios. Sabe que tiene el poder para mirar desde cualquier sitio del mundo (o de la Historia o sus mitologías), casi siempre a vuelo de pájaro, en pacto ventajoso, con un lujo de fuerza disuasoria del "No estás aquí ni mucho menos allá. Qué ineptitud la mía para descubrir el Secreto [...] Entendámonos un poco para aligerar las cosas/La foto sí está, no el cuerpo que le pertenece."
No nos dejemos llevar engañados por esta poesía o, si corregimos, que nos seduce en su distracción haciéndonos creer, como lectores, que no hemos caído en su trampa cuando ya es tarde. No sabría uno decir si este escamoteo es producto del personaje obsedido sin más padecimientos que lo acompañen o de quien sufre los delirios de la fiebre. Sí, delira y salta cuánticamente pero no abandona a ese leitmotiv que son la flaca y el paisaje. Rizoma de la memoria, no proyecta ninguna postal en prospectiva. No es de su interés la tentativa del oráculo como la del demiurgo que nos da la vuelta cada vez que creemos haber descifrado alguna de sus postales: "en Madrid llovía; en San Pedro Sula la pista era un río; en Bogotá vi una serpiente que parecía la cordillera de los Andes, aunque era de noche y los whiskys saben mejor para el sediento." O el disfrute de la trampa: "Mira esa nube, se parece al rostro de mi flaca./Señorita, ¿cuánto falta para que lleguemos?" La aguda observación de Galileo o el atisbo de darwiniano co su evidencia en el sarcasmo: "Qué fiero asunto / la fiereza de mi flaca manejando / el Gran Prix de la carretera de insectos / de dos cabezas. Me equivoco, / no son cabezas, así copulan."
Zoom out
Corte en la escena: hay que hacer esta escena en vuelo. No, mejor en carretera. No, mejor "en un tren rumbo a Granada". También está de lejos la voz de quien dirige cada escena en arrebatos cinematográficos. Fellini, algún David Lynch astrónomo o su alter ego se contentan con esa extrañeza que zumba en cada plano de las páginas para dejarnos mutua y libremente interpretarlo.~

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